Escalofrío y erección
Me cuesta ducharme los lunes. Tengo miedo de perderte en el desagüe. Sé que las diminutas esporas que se me despeñan del ombligo, los trocitos de piel muerta que se suicidan al contacto con la bañera son los únicos restos del fin de semana de tu piel en mi piel, y ningún gel dermoprotector va a darme el mismo placer que la periferia abandonada de tu tacto en mi cuerpo. Cuando nos vamos de vacaciones y luego volvemos a ciudades separadas estoy una semana sin probar el jabón y el agua, para que no te vayas del todo; y sería capaz de habitar el Sáhara después de vivir contigo un par de meses. Me cuesta comer, también. Mi lengua que ha rezado en tu boca prefiere el ayuno a pecar de menú del día. Mi boca, que ha sido pila bautismal del agua bendita recogida de tu benditísimo coño no quiere volver a beber por lo menos hasta el martes. Y así adelgazo todos los principios de semana. Me transparento, y por la calle me llaman el hombre invisible. Luego por las noches vas des...